HOMENAJE A los papás que renunciaron a sus propios intereses ante los de sus hijos
“Hijitos de papá” es una frase que cuando la escuchamos intuimos a lo que hace referencia: muchacho mimado, a quien se le conceden los caprichos; aquel que tiene la vida solucionada por el apellido; hijo que sale de todos los problemas y malas decisiones evitando las consecuencias, porque el papito se encarga de que así sea; individuo sin responsabilidad y abusivo con las normas, con las personas, con la vida. Además, con alta probabilidad de llegar directamente a la cima empresarial, social, económica o cualquier otra sin haber aprendido el “abc” de escalar montañas; aparece sin conquista alguna en posiciones jerarquizadas, generalmente sin ningún talento, educación, aptitud o por lo menos el mínimo esfuerzo en fingir que algo sabe… meritocracia baja y prepotencia alta.
Sin embargo, existe otro grupo, no menos numeroso pero sí menos visible de “hijitos de papá”, cuyo progenitor desde que lo engendró no pensó en responsabilizar al Estado, a la escuela o a los abuelos de su formación; padres conscientes y, además, seguros de que sus hijos seguirían las huellas que ellos dejarían, aquellos que reconocieron que no hay nada más contagioso que el ejemplo; quienes asumieron una actitud correcta decidiendo empezar una historia juntos con comienzo a sabiendas que no tenía final, además del enorme trabajo que representaba escribirla; dándose cuenta de lo que significaba ser “cabeza de familia” (Ef. 5:22-24), sin degradar a la mujer o fomentar la violencia doméstica, sencillamente asumiendo su responsabilidad a la altura de su nuevo título: “Papá”.
Papá orgulloso de que el hijo le heredó los ojos, los gustos en las comidas, tiene similares inclinaciones por la ingeniería, la lectura, el deporte o trata con respeto a la amiga, ya que desde pequeño escuchó algo como: “ni con el pétalo de una rosa”. Papás que renunciaron a sus propios intereses ante los de sus hijos, enseñándoles lo que es el sacrificio; aquellos que supieron sopesar la disciplina firme con el amor, aún con lágrimas en sus ojos hicieron prevalecer lo correcto para demostrarles que hacerlo no siempre es fácil, pero siempre es la mejor opción.
Estos hombres merecen un monumento, criaron dignos hijos, que ojalá no se extingan nunca, esos son los “hijitos de papá” que respetan y honran a sus padres, que cuando los mencionamos no es con ironía, sarcasmo o doble sentido; mas todo lo contrario: con orgullo. Orgullo de que hayan crecido en un ambiente con límites, con una conciencia de frontera, con un “hasta aquí se puede llegar” porque aquí termina mi libertad; seguros, estables, confiados, aportantes y propositivos.
Establecieron su identidad con los parámetros del autor de sus días, sabiendo que la obediencia poco a poco va mermando como privilegio que otorga el paso de los años, conforme van creciendo van tomando sus propias decisiones, abriendo sus propios senderos y transitando sus propios caminos… pero siempre recordando (si lo aprendieron) que a los padres se los honra hasta la muerte.
Estos son los “hijitos de papá” que enorgullecen, que hacen sentir que uno no ha vivido en vano; que a pesar de no haber hecho todo bien, vieron que se trató de hacerlo, se dieron cuenta de ello y lo valoran; ellos son los que convierten a estos hombres en héroes sin capa y ven en las canas los súper-poderes.
A estos varones que lo lograron y a los que no, pero se esforzaron por hacerlo… !el homenaje!