Discapacidad del alma

La primera vez que escuché esta frase, lo hice de la boca de Lenín V. Moreno (Político ecuatoriano y ex vicepresidente de ese país 2007 – 2013), sea dicho de paso sentado sobre su silla de ruedas, aparato que lo usa desde que una bala lo atravesó y lo dejó en esa condición (1998), hasta entonces y en su propia expresión veía la vida desde arriba y hacia adelante, luego del incidente pasó a hacerlo desde abajo y descubriendo que hay otros seres humanos. A pesar de ver la vida desde arriba y hacia adelante – él dijo – no gozaba de una visión profunda de las cosas y por tanto llevaba una ceguera, que a lo mejor carga la mayoría de la humanidad que es pensar que el otro es diferente, concluyó afirmando que la única discapacidad que existe es la del alma.

Pensamos que el otro es diferente desde el momento que osamos llamarlo “discapacitado”, pues en mi humilde entender no hay personas discapacitadas, si no personas “con discapacidad” en el sentido de que esa carencia no debería afectar jamás su dignidad y esencia de ser humano. En todo caso, tal vez los discapacitados en serio, somos quienes no mostramos esas carencias y las llevamos por dentro, escondidas, ocultas de los otros, tratando de pasar desapercibidas (no expuestas como unas muletas)…; estamos ciegos al dolor, sordos a la necesidad, amputados de amor y totalmente inválidos para caminar en pos de la Verdad (y lo pongo con mayúscula porque lleva un nombre propio: Jesús).

En realidad, no es la discapacidad como tal lo que hace difícil la vida sino las reacciones de los demás frente a ella; las etiquetas que nos permite usar para marcar la diferencia; diferencia que en el fondo puede ser que no exista, lo que nos llevaría a pensar que el alma no tiene discapacidad y es aquí donde nos contradecimos pues por un lado experimentamos esa insensibilidad recalcitrante en la sociedad que nos envuelve en nuestro egoísmo y paranoia de ser autosuficientes – mirar hacia arriba y adelante como Moreno en sus tiempos-  y por otro, nos encontramos con coros infantiles compuestos por niños no videntes que admiran la creación (sin verla); mudos que cantan con las manos y sordos que llevan el ritmo con la mirada.

Entonces, ¿dónde está la discapacidad? …¿en el cuerpo de quien la expone, en la mente de quien la niega o en el alma de quien la vive?

En algún momento histórico Moisés le suplicó a Dios que no lo enviara a una misión especial, escudándose en que no era buen orador pues verdaderamente era tardo en el habla y torpe de lengua; Moisés, al igual que muchos de nosotros, se estaba cobijando en una debilidad, actitud que no tuvo Moreno cuando públicamente exhortó a un grupo de personas en sillas de ruedas diciéndoles: “nosotros solamente no podemos caminar, la verdadera discapacidad está en la mente y en el corazón”; no negó su discapacidad y tampoco se resignó, simplemente aprendió a vivir con ella.

Discapacidad del alma, nos postula Moreno frente a la afirmación del coro de niños que con su canto nos demuestran que el alma no tiene discapacidad.

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