Comencé a vivir cuando pude vivir fuera de mi…

Esta columna la escribí en mayo de 2019 y con un sentimiento distinto al de este mayo 2022, esa diferencia en mi corazón hace que mi nivel de conciencia haya subido de uno a tres, ahora este escrito tiene un significado muy diferente para mí y tal vez también para ustedes al volverlo a leer:

Einstein dijo que “una persona comienza a vivir cuando puede vivir fuera de sí”, con esta afirmación hizo una declaración de guerra al egoísmo que muchas veces nos domina y no nos permite ser las buenas personas que pretendemos ser. Es una frase tan fuerte que nos lleva a pensar en las perspectivas que tenemos para decidir distintas situaciones en la vida diaria; podemos optar por: “lo tuyo es mío” (en muchos casos robamos y nos convertimos en ladrones); “lo mío es mío” (y nos volvemos materialistas) o “lo mío es tuyo” (aquí nos humanizamos). Nos humanizamos cuando dejamos de ser mecánicos y sentimos con el corazón la necesidad del que está al lado, cuando pensamos en las personas más que en los números, cuando el dolor del otro nos aflige, cuando tenemos para compartir y compartimos de verdad, cuando no nos conformamos con lo que puede cambiar si intervenimos, cuando estamos dispuestos a renunciar y sacrificar lo nuestro únicamente por amor, ese amor que se convierte en el motor que nos jala para adelante cuando nos sentimos desfallecer.

Hoy escribo desde el corazón más que desde la razón, aunque comprendo que el cerebro exige razones, hay razones que no se razonan y sólo se las vive con y por amor.

Si bien es cierto que las manifestaciones del amor son muchas; no obstante, la más emblemática es el amor de madre; aquél que se siente cuando se abre la matriz y escuchas el llanto del que acaba de salir de tu vientre. Llanto que vino con dolor en tu cuerpo, con ilusión en tu alma, con celebración en la familia y con el sueño de un futuro para recorrerlo juntos. Cómo explicar ese sentimiento que hace que sientas que tu hijo se convierte en la extensión de tu carne y que lleva tu misma sangre; experiencia que hace que nos humanicemos a tal punto que desde ese día hasta el último de nuestras vidas optamos por la perspectiva de “lo mío es tuyo”. Llegamos a negarnos, a renunciar, a sacrificar, a amar de tal manera que no nos damos cuenta que crecen y ya no nos necesitan. Y aquí es donde los papeles poco a poco se van invirtiendo pues dejamos de atenderlos para ser atendidas, pues llegará el momento en que les tocará devolver como hijos lo que nosotras hicimos con ellos como madres…darles tiempo que nunca estuvo exento de amor, caricias y renuncia.

La perspectiva de “lo mío es tuyo” es la perspectiva del amor; es la que no nos deja escatimar descanso o esfuerzo; es la que en mi rol de madre o de hija me hizo entender que comencé a vivir cuando pude vivir fuera de mí (pensando en los demás)… en este caso, en mis hijos como mi extensión o en mi madre como extensión de ella.

(En memoria de mi mami siendo éste el primer 27 de mayo sin ella y siendo ella la mayor expresión que conocí de “lo mío es tuyo”).

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