¿Qué entiendes tú por amor?

Las preguntas inteligentes demandan respuestas inteligentes. No digo que esta pregunta sea extraordinaria, solo pido que tratemos de responderla  seriamente. Tal vez, esforzándonos un poco más para llegar a otro lugar que no sea la suposición.

Muchos suponen que  el amor es un sentimiento, y claro, no lo podemos negar porque lo sentimos. El amor está en el campo del corazón, pero manejarlo sólo ahí no es la mejor opción.  Cuando nos encontramos en un dilema o en una situación de elección es posible que nos digan “haz lo que diga tu corazón”. Me vuelvo a preguntar ¿será que mi corazón es buen consejero? Y me respondo: considero que no.  “Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá? (Jer. 17:9). En el corazón pasamos del amor al odio en un tris, con la misma intensidad que se amó se puede odiar  al día siguiente.  La poesía, las novelas y sociedad en su conjunto hicieron del término paradigmas que relacionan el concepto con el enamoramiento de pareja o el acto sexual  (por eso se dice “hacer el amor”, que sea dicho de paso, muchos lo hacen sin amar).

Otros suponen que es una decisión, esto ya me convence algo más.  Por lo menos ya lo están moviendo del corazón (emociones/sentimientos) para invitarlo a pasar al intelecto (la razón). Entonces, aquí de manera argumentativa, podemos decir por qué amamos a quien amamos.  La decisión es una elección consciente en un conjunto de alternativas distintas: elijo algo dulce o salado, escojo entre lo frío y lo caliente, entre desatar un griterío o refrenar mi lengua, entre dar o no dar, entre creer o dejar de hacerlo.  Como vulgarmente se dice, aquí no se responde al calor de las emociones, sino haciendo un alto, pensando y considerando alguna razón que justifique la elección de amar, es decir, la decisión. Okey, aquí ya vamos entendiéndonos más,  sólo que aún para mí es insuficiente.  

Algunos suponen que tomando una “decisión” ya solucionan el dilema, pero no es cierto, porque una decisión es válida solamente cuando la persona que la toma la ejecuta, la lleva a cabo o en otras palabras pasa a la acción porque si no se da ese paso, en el fondo no se ha tomado ninguna decisión.  Por consiguiente, seguimos suponiendo algo.

Yo entiendo por amor asignar un nivel de importancia a alguien; por tanto, mientras más ame yo a una persona, más me importarán sus necesidades, entonces haré todo lo posible para ayudar a satisfacerlas sin importar como me sienta.  Mientras más amo, más me duele cuando esa persona está infeliz y por ello haré todo lo que está a mi alcance para resolver su situación.

¡Ajá!… entonces, aquí doy un paso más adelante: suponíamos que el amor era un sentimiento (corazón); luego lo invité a pasar por el intelecto (razón); aquí es donde tomo las decisiones conscientes. La inteligencia tiene que ver con lo que me conviene o no me conviene, no sobre lo que me gusta o me disgusta, ¿okey? Pero si después de la evaluación intelectual no tomo acción al respecto, me quedo donde estaba. Entonces, ¿cómo llego a la acción? La respuesta es a través de la voluntad; la voluntad es aquel dominio propio que te HACE hacer lo que no te NACE hacer.

El amor en el fondo es sufrido, benigno, no tiene envidia, no es jactancioso, no se envanece, no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor, no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad.  Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta (gracias, Pablo, por ayudarme a entenderlo).

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