Cuando me preguntaron si había escrito alguna vez acerca de “sobrepensar las cosas”, mi respuesta inmediata fue que no y que tal vez en algún momento lo haría, sinceramente no era un tema relevante en ese instante, sin embargo, creo que llegó su tiempo.
Llegó después de estar sentada alrededor de cuatro horas con la mente en blanco y sin poder generar una sola idea concreta para escribir esta columna o tal vez sea mejor dicho, con tantos pensamientos juntos que nublaron mi mente, es posible que a eso se llame también “sobrepensar”. Por un lado, no poder pensar nada específico ponía una carga extra a mi cerebro y, por otro, pensar en tantas cosas al mismo tiempo y no lograr arribar a una conclusión, agravaba la carga. A ratos las pocas ideas concretas que venían a mi mente se contradecían entre ellas, fue impresionante, pues no encontraba que una se lleve bien con la otra, peleaban entre todas.
Fue entonces que decidí hacer un alto y tomar acción, empezar a escribir sin la seguridad de lo que iba a escribir, simplemente empezar a escribir. Al hacerlo, las palabras iban fluyendo y los pensamientos se iban aclarando; es más, llegaban a mi mente frases que en algún momento las había leído, pero hasta este minuto no las había comprendido. Una de ellas es del médico brasilero Augusto Cury, quien afirma que “pensar es excelente, pensar demasiado es terrible”, él indica que existen síntomas físicos que nos afectan cuando pensamos en extremo: sueño insuficiente, irritabilidad, sufrimiento anticipado, aversión a la rutina, olvidos, dolor muscular, gastritis y taquicardia. Empecé a hacer como una lista de chequeo para ver si tenía alguno (el ejercicio me sirvió y se los recomiendo).
El mismo autor indica en su libro “Ansiedad/Cómo enfrentar el mal del siglo” que muchos piensan que la enfermedad de este siglo es la depresión cuando en realidad existe otra más grave, pero menos perceptible, que es el pensar demasiado, llamado el Síndrome del Pensamiento Acelerado (SPA). Pensar es bueno, dice él, pensar con lucidez es óptimo, pero pensar de más es una bomba contra la salud psíquica, el placer de vivir y la creatividad.
¡Uyuyuy! La creatividad…eso me hizo mucho eco, pues habitualmente me siento y escribo en dos horas una columna y, como les dije, iba en cuatro y sin generar una sola idea compacta. Decidí abrir nuevamente su libro para encontrar algo más para satisfacer mi hambre intelectual y, al mismo tiempo, encontrar alguna explicación o mejor dicho salida para mi estancamiento literario.
Encontré que no solo las drogas psicotrópicas envician, sino también el exceso de información, de trabajo intelectual, de actividades, de preocupación o de uso del celular. Estos conllevan a la mente humana, dice Cury, al más penetrante de todos los vicios: el de pensar. Muchos de los más sobresalientes profesionales padecen de este mal, indica, son estupendos para su empresa, pero verdugos de sí mismos.
Jamás había pensado que el pensar sería un vicio, mi trabajo es pensar… pero Cury así lo plantea. Me quedé pensando si yo vivo alguno de esos excesos y pues sí, encontré un par de ellos por ahí, especialmente el exceso de trabajo intelectual.
Ya estando por finalizar la columna, que sea dicho de paso la escribí en menos de cuarenta minutos… (increíble lo que significa solo empezar a hacer algo cuando no sabes por dónde empezar), reflexioné sobre lo escrito y pensé en este vicio que me vuelve vulnerable ayudándome a encarnar lo que constantemente digo a mis clientes: “Pide ayuda. No porque seas débil. Sino porque quieres seguir siendo fuerte” (Les Brown).