El trabajo no es lo que haces en tu vida

El 1 de mayo se conmemora el Día del Trabajo, al parecer es en todo el mundo. Y bueno, todo el mundo trabaja o por lo menos debería hacerlo, todo el mundo se ha beneficiado de las luchas que en algún momento lograron conquistar derechos básicos, es una jornada donde se recuerda varios mártires que ofrendaron su vida por lograr ocho horas laborales y no más, pues existía abuso de un sector para con el otro. El trabajo es un derecho humano y el límite del mismo también. Por tanto, hoy se conmemora un día justo.

Pero también debemos reconocer que no todos trabajamos como deberíamos hacerlo, en muchos casos impera la ley del mínimo esfuerzo, donde se hace estrictamente lo necesario, donde jamás se consideró andar la segunda milla. Estamos recordando el Día del Trabajo y bien lo merece —por lo menos quienes trabajan—, pero hoy quiero cambiar el rumbo de este escrito y no solo recordar los derechos, sino también las obligaciones; no hablar solo de las conquistas logradas, sino también de las que faltan conquistar y no mencionar solo los abusos, sino también la falta de compromiso para con lo que uno decidió hacer en su vida o mejor dicho con su vida.

Y pues sí, eso es lo que pienso acerca del trabajo. No es algo que hago en mi vida, es algo que hago con mi vida ya que haciéndolo es donde está el mayor tiempo de ella y he decidido vivirla haciendo algo que amo y así soy más productiva. Por tanto, la invitación de esta lectura no es propiamente una celebración, sino una reflexión.

Quiero hacer mención que las personas ordinarias, promedio, comunes, hacen únicamente lo que sus jefes o sus trabajos requieren, pero alguien que trabaja duro dará el mayor esfuerzo posible en su trabajo todos los días y aún en tareas difíciles. Cuando te desempeñas con excelencia aún en tareas difíciles ganarás la reputación de ser alguien que ayuda a su gente, organización, país o familia. Las personas que trabajan duro van mucho más allá de lo que se espera de ellas porque se han puesto mayores estándares a sí mismas. 

Ponerse mayores estándares a sí mismas parece ser una locura, pero no lo es. Sólo una persona exigente buscará dar lo mejor de sí donde esté y con quien esté. No sé cuantos recuerdan a Facundo Cabral —cantautor, poeta, escritor y filósofo argentino— sujeto algo difícil de entender, pero no por eso menos cuerdo; al contrario, por ser tan cuerdo es que no se lo podía encasillar en un mundo tan “in cuerdo” (palabra posiblemente inexistente pero útil para el fin). Él decía: “Mirá que será malo el trabajo, que deben pagarte para que lo hagas”, lo caracterizaba la ironía y haciendo uso de ella vinculó el yugo que algunos sienten con la responsabilidad laboral. Por supuesto, que “el obrero es digno de su salario”, lo justo y lo correcto es recibir paga por lo que uno hace; sin embargo, si trabajamos solo por eso jamás dejaremos parte de lo que somos en eso, solo dejaremos lo que hacemos y por ello nos recordarán y con el tiempo nos olvidarán.

Me encanta conocer personas apasionadas por su trabajo, ellas no escatiman nada, ponen todo lo que tienen en todo lo que hacen; por consiguiente, aman lo que hacen y dejan parte de ellas en cualquier trabajo que realizan; no importa si el trabajo es manual, técnico, científico, intelectual, mecánico o lo que sea, cuando ellas dejan de estar, aún se las recuerda. Lo que vale no es como encuentras un trabajo cuando llegas, es como lo dejas cuando te vas. 

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