Sócrates nos dejó una máxima: “Conócete a ti mismo”. Pese a la cantidad de veces que nos recomendaron esto, considero que el conocimiento de uno mismo es el rasgo con mayor escasez en el ser humano. Nos esforzamos en conocer cómo funciona nuestra computadora y, cuando la adquirimos, la pedimos con la mayor capacidad posible y si fuera ilimitada, mejor. Sin embargo, cuando se trata de nosotros, por un lado, tenemos vaga idea de cómo funcionamos y, por otro, damos por hecho que nuestra capacidad es limitada, sin tener idea cabal de la capacidad que tenemos.
“Conócete a ti mismo” implica conocer tu personalidad desde dentro, saber lo que eres y lo que no eres, conocer tus valores, conocer tu cuerpo, conocer tus sueños y darles importancia, conocer tus gustos y también tus disgustos. “Conócete a ti mismo” es un mirar hacia adentro y sorprenderte de tus fortalezas, de todo lo que puedes hacer y, sobre todo, ser.
Para los que creemos en Dios, fuimos creados a imagen y semejanza de Él… tenemos voluntad, tenemos intelecto, tenemos capacidad. Lo que no tenemos con certeza es conciencia plena de quienes somos y lo que podemos hacer con ello. Si ampliamos la conciencia de nosotros mismos, increíblemente desarrollamos habilidades y tomamos decisiones adecuadas, eso hace que desarrollemos nuestras capacidades más allá de cualquier límite. ¿Por qué? Pues porque nos enfocamos en nuestras fortalezas, en lo que somos capaces de hacer y así desviamos nuestra mirada, atención y enfoque de lo que no somos capaces de hacer, de lo que nos enseñaron que se llaman debilidades que, en realidad expresado de otra manera, deberían ser vistas como áreas de oportunidades, espacios de crecimiento y desafíos asumidos con tesón.
¿Recuerdas la última vez que te dijeron que no hagas algo porque no lo podrías hacer? Yo sí, y lo que siento es un impulso extraordinario para demostrar lo contrario. Personas, familias y países enteros logran moverse con eso. Todos necesitamos la ayuda de alguien más para tomar consciencia de cómo podemos mejorar nuestra capacidad. Algunos confían y otros simplemente nos desafían. De una u otra forma, esas personas nos ayudan a:
• Darnos cuenta de que la capacidad no es fija y que, en la mayoría de los casos, los límites nos los ponemos nosotros mismos (sin entrar en exageraciones irreales).
• Que debemos incomodarnos para lograr lo que queremos (hoy, a esto se dice salir de la zona de confort).
• Que hemos de enfocarnos en lo que queremos lograr porque la claridad y la atención son importantes.
• Que existe mucha diferencia entre tener intención y vivir con intencionalidad (el primero generalmente se desvanece y queda como un buen deseo, el segundo te obliga a la acción).
• Que es importante aprender a hacernos preguntas inteligentes, como por ejemplo: ¿qué me está deteniendo? (¿alguna vez te lo preguntaste seriamente?).
• Que todos tenemos puntos ciegos, el no saber que no sabemos es realmente un problema.
• Y, finalmente, que debo aprender a deshacerme de los topes que me limitan. Y al pensar en esto, es inevitable recordar a quien me enseñó que “el lugar entre tu zona de comodidad y tu sueño es donde se desarrolla la vida” (Nick Vujicic, evangelista y orador motivacional australiano, director de Life Without Limits, una organización para personas con discapacidades físicas. Posee el síndrome de Tetra Amelia, lo que genera que le falten las cuatro extremidades y vive más pleno y realizado que tú y yo juntos… él sí aprendió que no hay relación entre la capacidad y el límite).